Hay eventos en la vida que son objetivamente dolorosos, un accidente, la muerte de un familiar, un despido, una ruptura sentimental, etc. A menudo implican un cambio y una necesidad de adaptarnos a él, así como pasar por un periodo que nos permita la aceptación de las pérdidas de las personas y capacidades que antes ostentábamos.

Son situaciones que nos ponen a prueba y exigen de nosotros que despleguemos recursos para hacer frente a las adversidades.

Estos fenómenos son universales, a todas las personas les toca en alguna medida pasar por ellos. Por supuesto que este tipo de situaciones son muy duras, pero debemos tener en cuenta que a menudo no es lo que nos sucede, sino cómo reaccionamos a ello lo que marca la diferencia. Es decir, lo verdaderamente determinante se encuentra en todos los procesos que parten del evento y que interaccionan con las diferentes características del individuo, por ejemplo: la autoestima, la capacidad de aceptar y comprender nuestras emociones, la proactividad en el afrontamiento de los problemas, de aceptar la realidad y aprender de los errores, etc.

El ser humano ha demostrado que es capaz de resistirse a la adversidad, y que muchas veces es a partir de esta cuando se puede producir un aprendizaje promovido, precisamente, por la necesidad de afrontar retos y situaciones novedosas que exigen el desarrollo de habilidades y estrategias. A este proceso se le conoce como crecimiento post-traumático, es decir “el cambio positivo que un individuo experimenta como resultado del proceso de lucha que emprende a partir de la vivencia de un suceso traumático” (Calhoun y Tedeschi, 1999).

Cualquier evento que percibamos como traumático va a generar un impacto en nuestras creencias acerca de nosotros mismos, nuestra perspectiva del mundo y de los demás, así como la valoración que hagamos de nuestro futuro. Son situaciones que pueden poner en riesgo nuestra integridad psicológica, a las que puede ser muy difícil enfrentarse, pero que también pueden suponer una oportunidad para demostrarnos a nosotros mismos capacidades que no habían salido a relucir en el pasado.

Por eso desde el teléfono contra el suicidio queremos transmitirte que no estás solo, que juntos somos más y que podemos orientarte para poner en práctica tus propios recursos, soluciones y alternativas ¡Di sí a la vida!